Se estrenó hace unos días en Netflix, “Las mil muertes de Nora Dalmasso”, una serie con tres capítulos que recrea todo lo que sucedió en torno a este femicidio, ocurrido hace casi 20 años, en el 2006 en el interior de un country en Río Cuarto, Córdoba.
Nora era la esposa de un traumatólogo Marcelo Macarrón, tenía dos hijos Facundo (19) y Valentina de 16 y fue encontrada muerta en su casa desnuda con el cinturón de una bata- que luego se descubrió que era el arma homicida-alrededor de su cuello en un dormitorio de su casa.
El día del crimen, Marcelo Macarrón se encontraba en Punta del Este participando en un torneo de golf, con varios amigos, Valentina, estaba en Estados Unidos y Facundo estaba en Córdoba capital donde estudiaba su primer año de Facultad.

Tanto desde el ámbito de la justicia,-donde desfilaron varios inclasificables fiscales-, como del lado del periodismo, tanto local como nacional el tratamiento del caso fue sencillamente deplorable.
Se dijo de ella que había estado con infinidad de hombres; que con su pareja eran swingers: que abusó de su hijo; que su marido la mató; luego que la mandó a matar por un sicario; que su hijo la mató luego de una discusión cuando él le confesó su homosexualidad; que el desenlace no era raro debido a que tenía costumbres sexuales con juegos riesgosos, en fin, no hubo teoría macabra, morbosa y prejuiciosa que no se vertió sobre ella y su familia a partir de su femicidio.

Nora no era la “víctima” que debería ser, su realidad de mujer hermosa, con un buen pasar, viajada, con hijos rubios de ojos celestes y marido prestigioso a la que le gustaba divertirse, salir, hacer reuniones era el prototipo ideal de “esto te pasó por salirte de las normas del patriarcado”.
Por eso tanto la justicia, como los medios, como la sociedad en genera, la mataron una y mil veces, sin importarles realmente quién la había matado y por qué; sin ponerla nunca jamás en el rol que le tocaba que era el de víctima, el de haber sido asesinada de una forma espantosa.

La serie se transforma en un verdadero manual de cómo todos, justicia, policías, peritos y medios se manejaron de la peor forma que pudieron hacerlo, desparramando rumores, prejuicios, obligando a un adolescente de 19 años a salir del clóset de forma brutal y mostrando ese aspecto morboso de la sociedad en general que le gusta consumir noticias policiales con todos estos condimentos, sin pensar ni en la mujer asesinada, ni en su familia.

Si al periodismo vamos la seriedad, el cuidado por la persona fallecida, el respeto por su círculo íntimo todo fue violado una y otra vez. Las fotos que desfilaron de Nora eran elegidas cuidadosamente, se mostraban aquellas donde estaba escotada, maquillada, bronceada en sus vacaciones o riéndose con amigas y se llegó al límite de exponer en la televisión las fotos de ella muerta, desnuda en la habitación de la hija ( fotos que fueron vistas incluso por los propios hijos de esa manera, en la televisión) no en el ámbito de la investigación judicial policial.
Las famosas remeras que se vendieron y se usaron a rabiar que tenían impresa la frase “No estuve con Norita” y las bromas que se hacían en los canales de televisión sobre ella fueron moneda corriente durante meses

El propio director de la serie, el británico Jamie Crawford dijo: “El asesinato de Nora Dalmasso es uno de los crímenes más infames de Argentina, un femicidio transformado en una telenovela y alimentado por la intriga sexual, corrupción y conspiración”
¿Qué tiene de novedoso este documental? Que por fin se habla del caso exponiendo este tratamiento brutal, e inapropiado y que, por primera vez, se puede escuchar las voces de los familiares, también víctimas de este hecho, de Facundo, de Valentina y de Marcelo Macarrón su marido, que incluso llegó a ser enjuiciado y quedó absuelto por el caso.
Esas voces nos duelen. Podemos empatizar con ellos y ver el daño terrible que fue para esta familia la forma en que se trató el caso, que llegó, incluso, a que no pudieran hacer el duelo de su madre por mucho tiempo, ya que tuvieron que defenderse por años de acusaciones que se cayeron, por falta de pruebas primero hacia Facundo y luego hacia Marcelo Macarrón. Tanto es así que luego de los años transcurridos se logró identificar el ADN del cinturón de la bata, se sabe a quién corresponde, se sabe que es una persona que había trabajado en la casa poniendo pisos pero por haber transcurrido tanto tiempo el crimen está prescripto y esta persona no puede ser juzgada.

Creo que quienes recordamos el hecho, la forma en que se cubrió, tenemos que ver esta serie no sólo por lo nuevo que aporta respecto de los relatos que antes no se escucharon, sino porque es un poco un espejo y podemos repensar qué pensamos, qué dijimos nosotros en ese momento sobre el caso.
El documental refleja cuántos prejuicios tenemos, cómo nos posicionamos ante un hecho así, lo poco cuidadoso que somos en general y nos invita a pensar qué bueno sería cambiar en este aspecto sobre todo para que lo más importante que es la verdad y la justicia, puedan salir a la luz.
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